sábado, 31 de enero de 2009

¿Qué hacer con la vida propia?


Las fuentes cinematográficas están plagadas de propósitos. Parece que el ser humano nunca se cansa de escuchar el ya manido "si te lo propones puedes conseguir cualquier cosa". Una de las películas más explícitas en este sentido resultó ser para mí Pulgarcita. Seguramente no merece la crítica, así que me saltaré cualquier comentario al respecto.

Otra de las ideas es que a menudo el mayor impedimento para conseguir lo que deseamos somos nosotros mismos que, según las últimas corrientes metafísicas, en realidad no lo deseamos y por eso nos oponemos con todas nuestras fuerzas a que aquello se haga realidad. En otras palabras, uno vive en constante lucha consigo mismo cuando el mundo trata de hacernos ver que el único aliado incondicional que puede tener una personas es ella misma. Rival, aliado, rival... Resulta complicado plantearse cómo superar una traba tan fuerte, tan astuta y tan hábil como podamos serlo nosotros mismos. Si así fuera, la vida no sería sino un perpetuo avance y retroceso sobre un mismo punto, un péndulo cuyo único impedimento para alzar el vuelo es su propio peso.

Supongo que más que una labor de resistencia y astucia, la vida al fin y al cabo no opera del todo al margen del azar. En un mundo determinista en el que todo se puede calcular conocida la situación en un instante concreto, las bases más fundamentales se resquebrajan para ceder paso a lo azaroso, a lo mágico e inexplicable de la realidad. Y es que desde don Álvaro, parece que el mundo no ha cambiado tanto como creíamos.

1 comentario:

Ocnebius dijo...

La metáfora del péndulo me ha parecido de lo más ilustrativa. Creo que tienes razón, podemos llegar a ser nuestros propios verdugos, así como nuestros salvadores, según el momento. Es curioso como la mente humana, en su complejidad, nos insta a avanzar hacia algo que, inconscientemente, no deseamos alcanzar, ya sea por miedo o por que nos sentimos cómodos en esa fase de acercamiento a lo deseado. El obtener lo ansiado nos da paso a una siguiente fase: nuestra vida con él, lo cual nos abre nuevas incertidumbres y dudas. Es ése el momento donde debe aparecer nuestro "yo-salvador", para plantearnos nuevas metas y ver que la vida no se acaba cuando creemos que hemos obtenido lo que tanto queríamos. Me he extendido... bueno, no son más que divagaciones en voz alta...