sábado, 31 de enero de 2009

¿Qué hacer con la vida propia?


Las fuentes cinematográficas están plagadas de propósitos. Parece que el ser humano nunca se cansa de escuchar el ya manido "si te lo propones puedes conseguir cualquier cosa". Una de las películas más explícitas en este sentido resultó ser para mí Pulgarcita. Seguramente no merece la crítica, así que me saltaré cualquier comentario al respecto.

Otra de las ideas es que a menudo el mayor impedimento para conseguir lo que deseamos somos nosotros mismos que, según las últimas corrientes metafísicas, en realidad no lo deseamos y por eso nos oponemos con todas nuestras fuerzas a que aquello se haga realidad. En otras palabras, uno vive en constante lucha consigo mismo cuando el mundo trata de hacernos ver que el único aliado incondicional que puede tener una personas es ella misma. Rival, aliado, rival... Resulta complicado plantearse cómo superar una traba tan fuerte, tan astuta y tan hábil como podamos serlo nosotros mismos. Si así fuera, la vida no sería sino un perpetuo avance y retroceso sobre un mismo punto, un péndulo cuyo único impedimento para alzar el vuelo es su propio peso.

Supongo que más que una labor de resistencia y astucia, la vida al fin y al cabo no opera del todo al margen del azar. En un mundo determinista en el que todo se puede calcular conocida la situación en un instante concreto, las bases más fundamentales se resquebrajan para ceder paso a lo azaroso, a lo mágico e inexplicable de la realidad. Y es que desde don Álvaro, parece que el mundo no ha cambiado tanto como creíamos.

viernes, 9 de enero de 2009

De lo onírico como realidad


Cuentan que cuando deseas que se cumpla algo que has soñado no debes contarlo a nadie. La bella duermiente, por ejemplo, confiaba en que tras haber soñado tres veces con su príncipe azul, el destino la llevaría hasta sus brazos. De las antiguas leyendas de alcoba a la reciente interpretación de los sueños de Freud han asediado la fe humana innumerables supersticiones relacionadas con el mundo onírico. Esa realidad paralela que en ocasiones se confunde sutilmente con el mundo de la vigilia. El día para nuestro lado consciente y la noche para el inconsciente y demás ideas cargadas de misticismo.

Pues sí, esta noche he tenido un sueño. Un sueño en el que aparecías tú. En caso contrario jamás te lo habría contado. Estábamos de viaje, juntos todos los antiguos amigos del colegio. Los pormenores de la visita no tienen importancia. Nos encontrábamos todos juntos, como si el paso del tiempo no hubiera distanciado nuestras vidas, como si hubiéramos vuelto siete años atrás. Sin embargo, ya no esperaba nada de ti. Nos habíamos convertido en amigos, sólo eso. Nuestra relación hacía tiempo que había dejado de ser una entrega incondicional para transformarse en un sencillo lazo gris.

De repente comprendí que aquello no podía ser real, que mi corazón se asfixiaba en mitad de una fantasía. Lo entendí en cuanto tus labios quisieron tocar los míos. Las situaciones más sorprendentes tan sólo están reservadas para cuando no podemos vivirlas conscientemente. Así me di cuenta de que aquel mundo se extinguiría al despertarme. Y sin embargo tuve curiosidad por mantener vivo ese sueño. Ahora que he despertado te hablo sobre lo que ocurrió anoche entre nosotros porque, a pesar de lo hermoso que resultaba, no quiero que se cumpla. Concédeme una realidad auténtica, la que vivo cada día al despedirme de ese mundo fantástico, ya que es lo único que se me está permitido alcanzar.

miércoles, 7 de enero de 2009

Trasfondos en el arte


¿Hasta qué punto se le exige al artista ser desapasionado con su propio arte? ¿Es posible experimentar la misma neutralidad emocional al dibujar una manzana que un cuerpo desnudo? Dicen que los profesionales son capaces de separar el impulso creador del pasional, como si realmente se tratara de cosas muy diferentes.

¿Cómo puede un artista transmitir sentimientos, pasiones, emociones... cuando ha elaborado su obra desde el frío cálculo? Transmitir un contenido requiere cierta implicación sin duda, si bien es posible que hablemos de idiomas diferentes para emisor y receptor del arte. De ese modo, si la premisa es correcta, la conexión que se establece entre los tres protagonistas de la realidad artística (creador, obra y espectador) no es sino un proceso de traducción e interpretación entre lenguajes diferentes. Lo sorprendente de todo esto es que se logre un entendimiento entre unos y otros, que la creación artística consiga transformarse en canal a través del cual se establece un fluir de sensaciones.

El arte es apasionante. Opera muchas veces al margen de cualquier realidad lógica y consigue arrancarnos de un estado emocional a otro mediante ideas a menudo intangibles. Quizá sea este su secreto más guardado: es imposible desarrollar emociones a través de la manipulación racional.

lunes, 5 de enero de 2009

Mutación versus permanencia


Un filósofo griego (no me pidáis recordar su nombre ahora) dijo que "sólo el cambio perdura". Bueno, quien dice perdura dice prevalece... No recuerdo la cita exacta, aunque para ser rigurosos tendría que remontarme a la frase original en griego y toda la pesca. Los traductores también innovan.

Supongo que nadie pone en duda que la afirmación es cierta per se. Sobran las especulaciones pero, puestos a tirar del hilo, la inmutabilidad supone una permanencia, un orden temporal de las cosas y eso está a todas luces entrópicamente desfavorecido. No solo el universo y la naturaleza vistos desde una perspectiva abstracta cambian, también nosotros. O mejor, nosotros que formamos parte de ese todo que inexorablemente muta, estamos unívocamente condenados a mutar. ¿O estaría mejor decir "destinados"?

Si el cambio es una condena, no lo creo, ¿qué sería entonces una existencia estática? La auténtica maldición es verse privado del cambio, aunque en ocasiones muchos nos neguemos a aceptarlo. ¿Cuál es la condena del vampiro por su "vivir a costa de la muerte"? ¿Qué peor sentencia puede merecer la existencia más execrable que se pueda imaginar sino la inmutabilidad? Y sin embargo nuestro intelecto, resistiéndose a los principios del universo con frecuencia ve en ello la virtud. Una realidad comparable al sentimiento de quien queda atrapado en el tiempo, dejándose devorar por el tedio y la desmotivación, sin una meta o propósito, sin un futuro... sin un pasado.

domingo, 4 de enero de 2009

Introspección (I)


Hace unos meses leí una biografía de Salvador Dalí. Escrita por Luis Llongueras, nada menos. Sí, yo también me quedé sorprendido al ver la contraportada del libro, sin embargo mucha gente escribe ahora y consigue editoras que publiquen sus obras. Además, la labor de escritor no está reñida con la de estilista, aunque supongo que las ideas preconcebidas pueden con todos.

Parece fácil triunfar en el mundo teniendo frente a los ojos el recorrido de alguien que ya lo hizo antes. Debe ser otra de las curiosidades del pensamiento moderno (quizá del antiguo también, pero siempre he pensado que antiguamente la gente confiaba más en sus propias posibilidades); todo parece más fácil de lo que es, más sencillo, más directo y más barato de lo que en realidad lo es. Una chispa nos puede hacer ascender a lo más alto, pero también arrojarnos al vacío. Precipitarse por un acantilado no viene siendo una aspiración muy común. La gente lo que quiere alcanzar es lo otro. Ahora, ¿cómo hacerlo? Supongo que la respuesta no viene dada espontáneamente de natural y a muchos les lleva la vida entera, si no más.

Yo muchas veces me he planteado cómo conseguirlo. Me he visto de mil maneras. De pequeño soñaba con dibujar. No lo hacía mal. Sin embargo nunca llegué a tomarlo con la seriedad que quizá requería. Sencillamente se trataba de una manera inocente de sacar parte del potencial que todos llevamos dentro. La creación era mi bálsamo, la misma recompensa. No necesitaba más. Con el tiempo ese potencial fue transfigurando. Sólo quería crear y el dibujo tan sólo podía ofrecerme una materialización parcial de aquella fuerza que me daba la vida. La escritura llegó a mis manos como un nuevo instrumento de realización. Me permitía plasmar ideas y sentimientos de un modo más concreto a la vez que suponía un medio más accesible a todo el mundo. Quizá demasiado accesible. Pero ceñirme a las palabras me oprimía, mermaba mi total apertura porque aquellas ideas, aquellos pensamientos que yo buscaba exteriorizar quedaban limitados a las reglas de la gramática, de la fonética y de la ortografía. Encontré entonces la música, que vino a superar a las anteriores tanto en expresividad como en complejidad.

viernes, 2 de enero de 2009

El incomparable don de la carencia


Vivimos en el mundo de la pragmática, a pesar de que algunas cosas parezcan indicar lo contrario. Nuestro mundo nos arrastra muchas veces a ser útiles. ¿De cuántas maneras diferentes puede decirse? Poder, ser capaz de, estar capacitado para, dominar, tener la habilidad de, saber... Lo que no somos capaces de suplir con pertenencias lo cubrimos con habilidades. Despues de todo los verbos "tener" y "hacer" están fuertemente relacionados en este nuestro mundo práctico. Estos verbos con frecuencia subyugan nuestro infravalorado "ser". Así, de algo que es hermoso se suele decir que tiene una gran belleza, de lo que es caro, que tiene gran valor. Lo que es encantador tiene encanto, lo rojo tiene un color vivo, lo negro lo tiene apagado. Incluso decimos con frecuencia de las personas simpáticas que tienen un buen sentido del humor.

¿Pero dónde quedó la esencia? ¿Por qué sólo podemos hablar de un buen perfume en términos de "huele bien" o "tiene un buen olor"? ¿Dónde está el "este perfume es..."? Sobran ya los comentarios sobre aquello que no tiene nada, o que no tiene lo que debería. ¿Por qué una persona sin vida es un muerto? ¿Por qué una lagartija sin patas una culebra? ¿Por qué una silla sin respaldo un taburete? Y a pesar de todo la carencia es necesaria, aunque nadie la quiere. Una de las carencias más mencionadas es la soledad... o el desamor. Pero las carencias también cumplen su papel en nuestro mundo pragmático. Quizá una de sus funciones supla con creces lo que aporta la no carencia: destapar el velo que nos impedía ver el horizonte, encontrarnos con nuestros propios límites aprendiendo a ajustarnos a ellos.

Y es que parece que al fin y al cabo voy a estar de acuerdo con el anuncio de los relojes, apoyando el "no es lo que tengo, es lo que soy".

jueves, 1 de enero de 2009

Nace un blog en mitad del frío ciberespacio


No hay mejor día para comenzar un blog que a primero de año. A menudo muestran en las noticias quién ha sido el primer niño del año en nacer. Si queda mucho tiempo que cubrir dentro del espacio informativo, en ocasiones incluso se menciona al último niño que nació antes de las uvas. Algunas marcas ofrecen paquetes de productos gratuitos a los padres que no pudieron seguir las campanadas de la Puerta del Sol, al igual que hacen a menudo con los frutos de partos múltiples.

Debería informarse asimismo de la primera persona en sacar brillo a sus zapatos del año, o la primera en comerse un bocadillo de calamares, pero el tiempo reservado a los noticiarios no da juego para muchas maniobras. Crear un blog, por otro lado, es algo más serio, digamos comprometido, digamos cargado de responsabilidad. Por supuesto, no más serio que tener un hijo, pero sí más que comerse un bocadillo de calamares. Sin duda debería hacerse un hueco entre las noticias serias y las deportivas para comentar estos sucesos. Después de todo sólo se empieza un nuevo año cada 365'25 días, y que tal instante coincida con la creación de un nuevo blog es una auténtica proeza. Más aún considerando el país en el que vivimos. Con una mano, llevando las uvas a la boca, con la otra sujetando la copa de sidra, la serpentina y el antifaz, el pie derecho adelantado pisando un papelito con los deseos para el año nuevo y el izquierdo tecleando el password para validar el blog recién creado.

Es cierto, este año ya llego tarde para salir en las noticias como el primer friki del 2009 en crear un blog por internet, pero todo se andará.