jueves, 1 de octubre de 2009

¿Asistimos a una involución en el arte? (I)


Quizá sea una de las preguntas más frecuentes que nos hacemos, en ocasiones de manera inconsciente, al hablar del arte contemporáneo. De hecho una gran proporción de la gente que se interesa por el arte, y especialmente la que opina sobre el tema aun declarándose profana, podría catalogarse como conservadora, ultraconservadora o, en casos especiales, moderadamente progresista. Y es que, dentro de lo que cabe, las terminologías artísticas y políticas muchas veces confuyen en un marco conceptual común.

El ser humano en general se resiste a considerar que un lienzo con un cuadrado negro sea arte. Sin embargo, parece que en algo ha aumentado la tolerancia, que no la comprensión, en este sentido con respecto a la reacción que pudo mostrar el público cuando, en 1915, al artista ruso Kazimir Malevich se le ocurriera elaborar una cuadro así. Ahora la gente lo ve como algo normal, casi con lástima. "Pobre chico. Hasta dónde se vio obligado a llegar para llamar la atención".

Tampoco es poco frecuente el sentimiento de desazón y la sensación de que "se están quedando con uno". Tenemos la presuntuosa idea de que todo en el arte está al alcance de nuestro entendimiento, ergo si no puedo entender un cuadro de un solo golpe de vista es porque en realidad aquello carece de todo sentido, así que lo rechazo y lo catalogo como arte vacío.

La idea de que, limitándonos al terreno de la pintura y la escultura, el arte pueda ser algo más que una herramienta representativa de la realidad, algo más que su fiel reproducción o imitación, es una noción que casi siempre se hace difícil de asimilar. A día de hoy todavía no lo hemos conseguido al cien por cien. Probablemente porque, en lo más profundo de nuestro intelecto, la abstracción sigue siendo, desde que el hombre es hombre, una de las cosas que peor llevamos. Es una lata abstraerse de esa realidad sumergidos en la cual pasamos toda la vida.

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