sábado, 15 de agosto de 2009

¿Es la imitación el paso inmediato a la admiración? (I)


Desde pequeño siempre quise copiar, reproducir, imitar todo aquello que admiraba. Quizá hubiera podido llegar a tener algún que otro altercado con la SGAE y los derechos de autor, pero mis trabajos eran particulares y sin fines lucrativos. Como mucho podía mostrar alguno de mis dibujos a las amigas de mi madre o pegarlos en las paredes de mi cuarto.

Yo era, podría decirse así, una fotocopiadora atrapada en el cuerpo de un niño de nueve años. En cuanto veía una imagen que me causara interés, corría a por papel y lápiz, la dibujaba y continuaba con mis cosas. Por motivos como este llegué a tener más de una reprimenda en casa. "No puedes ir todo el día dibujando de aquí para allá. ¿Y los estudios qué?"- me decían. El caso es que nunca había llevado malas notas a casa excepto, he de reconocerlo, en la asignatura de educación física, o gimnasia, como la llamábamos entonces. Sin embargo mi entrega enfermiza a las artes plásticas incomodaba a mi madre.

Yo, por otro lado, comenzaba a encontrar limitaciones en el dibujo. Era obvio, evidente y, en consecuencia, poco sutil por un lado y, a pesar de ello, no me permitía transmitir con eficacia ideas o conceptos complejos. Un día, de repente comprendí que un cuadro podía percibirse de un solo golpe de vista, lo cual no me satisfizo. Aquello supuso el nacimiento de una nueva etapa: la literaria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, muy interesante el post, saludos desde Chile!

Anónimo dijo...

Interesante articulo, estoy de acuerdo contigo aunque no al 100%:)